LAS CONFESIONES DE ARNALDO ANDRE
Arnaldo André y una carrera de lujo.
El actor y ahora director de cine charló en un mano a mano imperdible con Teté Coustarotpara el Semanario Democracia. "Ahora aposté todas mis fichas a mi película 'Lectura según Justino'", indicó. Además, el embajador de Paraguay repasó toda su carrera.
Arnaldo André, profundamente apasionado por “Lectura según Justino”, una película sobre su vida que él mismo está dirigiendo, basada en un guión que escribió hace más de 15 años, charló con Teté Coustarot para el Semanario Democracia.
No fue la primera vez que estuvo sentado en la clásica silla. “Ríos de fuego” y “Romanzo” fueron dos miniseries que también dirigió para la televisión paraguaya e italiana. También se vieron aquí por Canal 13 y la Televisión Pública.
A punto de ser declarado por la Legislatura porteña “Personalidad destacada de la cultura”, querido y respetado por todo el arco del espectáculo nacional, acaba de asumir un nuevo desafío que le propuso la Secretaría de Cultura de la Nación: dirigir un corto sobre Malvinas. Un adelanto exclusivo:“Es la historia de una abuela que no puede visitar la tumba de su nieto en las islas”.
– Además del título de director de cine, también tenés el de embajador
– Sí, soy embajador honorario de Paraguay, elegido por la ministra de Turismo Liz Cramer. Estoy muy agradecido de que me hayan concedido este honor; lo acepté con mucho gusto, porque qué mejor trabajo que hacer conocer lo que ya conozco. Hoy hablaba acerca del maracuyá, conocido allá como mburucuyá; yo cometí el gran crimen de cortar la planta que había en mi casa de Asunción; las plantas de mburucuyá son una especie de enredadera muy invasiva, así que opté por sacarla. Hoy no sabés cuánto me arrepiento, porque en ese momento no era adicto a la fruta como ahora. Está bueno hacer conocer a la gente lo rico que es el mburucuyá; como embajador, he llevado celebridades y seguramente seguiré llevando. Liz, además de designarme, me apoyó muchísimo con mi película.
–Esto es a lo que iba. Ahora también sos director de cine, lo cual demuestra una instancia de evolución tuya
–Era una deuda para conmigo mismo que tenía pendiente desde chico. Mi afición por el cine nació junto con la fantasía de convertirme en actor.
–¿Ibas mucho al cine?
–Mucho. De chico no tanto porque dependía de mi familia para ir, pero sí recuerdo que de adolescente iba muy seguido. Veía de todo porque, como era locutor de radio en Asunción, teníamos un pase para todas las salas. Existían cinco salas en el centro y una en mi barrio; cada una de ellas estrenaba tres películas por semana. Me veía alrededor de 25 películas por semana; yo no elegía, las veía a todas. Hubo un punto en el cual empecé a establecer prioridades, como por ejemplo cuando llegaban películas argentinas dirigidas por Torre Nilson o Lucas Demare. Siempre tuve una relación estrecha con el cine y mi intención, cuando me vine acá a los 17 años, era transformarme en actor de cine. Después de aquella época de oro formidable, el cine argentino siempre ha estado en crisis. Nunca ha evolucionado en cuanto a cantidad, pero sí lo hizo en cuanto a calidad; no por nada en el mundo está considerado como uno de los mejores. Siempre hubo pocas posibilidades de que un actor pudiera hacer una carrera en cine o vivir del cine, cosa que la televisión sí te brindaba. Así quedó esa deuda para conmigo mismo; lo digo así porque no quiero que se interprete una sugerencia acerca de que los productores nunca me dieron la posibilidad de ser director, es injusto decir eso. Ahora, como director, me di cuenta que me conviene más llamar actores que no tengan tanta imagen televisiva y que no estén cargados de tiempo de televisión, para que puedan tener más tiempo de concurrir a sus compromisos cinematográficos. Ahora lo entiendo.
–¿Cómo fue que te llegó esta oportunidad?
–Con un proyecto que le presenté al Incaa, pero no para dirigir, sino para proponer un guión donde yo aparecía como protagonista. Me moví un poquito, me dijeron que los mejores guionistas eran autores de sus propios proyectos. Recordé que hacía muchos años en México hice una novela para Televisa, que no salía pero me pagaban igual y me hacían quedarme allí. Yo recorría el país, iba a todas las playas, leía, hasta que un día me propuse escribir algo.
- Todo el que te conoce habla maravillas de vos y te ama, amaron trabajar con vos. Ahora me doy cuenta por qué: seguís siendo aquel chiquito responsable.
–Exactamente. Hay una escena en película donde reproduje algo que viví y cada vez que la veo me emociono. Es el símbolo de lo que representó mi cambio, de tomar conciencia de que ya no era un chico, y que podía seguir jugando pero tenía responsabilidades y gente que proteger. Ocurrió que cuando muere mi papá y me llevan a la casa de mi abuela para después ir a verlo, me meto en el taller de sastre de él y ordeno todas las cosas. Lo sentí así: había que poner orden en la casa. Yo no daba órdenes, las daba mi mamá, pero yo ya sentía el grado de responsabilidad que me marcó para toda la vida. Cuando me preguntan qué quise contar con la película, es eso: cómo un chico de bajos recursos puede salir adelante trabajando y estudiando. Muchos chicos se me acercan en la calle a pedirme dinero y siempre les pregunto si estudian; me dicen que no y ponen como excusa que tienen que trabajar. Yo les digo que pueden hacer las dos cosas. Hay momentos en la vida en que la gente piensa solo en el hoy, pero cuando sos joven hay que pensar en lo que viene, hay que prepararse.
–Lo último que hiciste en televisión fue “Los Unicos” y estabas fantástico.
–Pero ya no disfrutaba tanto, en lo único que pensaba era en mi película. Tanto que la novela terminaba en diciembre y pedí irme a finales de octubre porque tenía que comenzar a trabajar, hacer castings, etc. La televisión me ha dado todo; mucha gente dice que crea vicios, eso es verdad, pero mientras vos seas conciente de esos vicios y te puedas controlar, relajar, desarrollar una autocrítica, los vas a poder superar. La televisión es una instancia de experimentación permanente y la gente no se da cuenta de ello. Te brinda además un conocimiento superior de las cámaras; no hace falta que esa luz se encienda, vos ya sabés dónde y cómo se va a prender. Si se logra adquirir ese dominio de sentirte relajado no vas a estar tan pendiente de tus textos, lo cual quiere decir que también vas a estar atento al otro, no solo a vos.
–Hubo programas de televisión que paralizaron al país y al mismo tiempo lo que pasaba y debe pasar todavía con las mujeres.
–A veces me da vergüenza, hasta el día de hoy.
–Lo que pasó con “Amo y señor” fue brutal.
–Creo que si a ese programa lo daban dos años antes no hubiera pasado lo que pasó. “Amo y señor” viene con la democracia, lo cual significó para la televisión un destape. Empezamos a lanzarnos y hacer lo que no se pudo hacer durante años. Vino la posibilidad de hacer algo diferente y el público quedó conmovido con eso.
–¿Algo que quieras decir?
–Que esta película hubiera sido imposible sin el Incaa, sin el apoyo de empresas privadas paraguayas, de entes públicos. También tuvo mucho que ver el intendente de San Bernardino, Tati Subizarreta. La ciudad es asfaltada y yo le pedí que me cubriera algunas calles céntricas con ripio, la gente se portó muy bien conmigo porque eso levantaba mucho polvo.
–Aparte debe haber colaborado todo el pueblo.
–Todo. Arrancamos carteles, después le pedí que me pintara la escuela de blanco como estaba en aquella época. Yo quería recrearla de manera tal que las escenas sucedieran en un marco similar al que sucedieron realmente.
–¡Lo que va a ser ese estreno!
–Es mucha la expectativa. El cine es como si te estuvieras construyendo tu casa, tiene que ver mucho el “pos”, cosa que no pasa en la tele. Se levanta una pared y ya después tienen que poner el techo, las vigas, el color de la pintura. Ese es el proceso en el cual yo estoy ahora. Las terminaciones, el jardín... todo eso es lo que estoy haciendo. Vivo con eso, me levanto a la mañana pensando en eso; por ejemplo, la música me la escribe un joven compositor de música de películas que vive en Toronto; todos los días me manda material a través de Skype y yo lo reviso, lo corrijo. Mi cabeza está a full con eso. Siempre hablan de pos parto, así que yo creo que después de esto no sé cómo voy a quedar. Otra cosa que quiero decir muy importante es que fui honrado por la Secretaría de Cultura de la Nación, una rama que se llama Sepia, para dirigir un corto sobre Malvinas. Fuimos convocados treinta directores y ya estamos en la preproducción de ese corto. Es un honor estar entre muy importantes directores.
–¿Cada uno va hacer una historia libre?
–Sí, de ocho minutos. Así que ya estoy volviendo a pensar en la preproducción, en la música y todo otra vez. Tengo la suerte de tener un buen productor al lado, Federico Posternak. Me sirve porque descanso un poco en él para ocuparme de lo mío. Mi historia trata sobre una abuela que no puede visitar la tumba de su nieto.
La nota completa se puede leer en la edición impresa de Democracia que ya está en todos los kioscos.
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